lunes, 26 de abril de 2010

CORDURA SIN SOMBRERO


A Jacobo Fijman


Por las calles festejan los sombreros la alegría de andar sin sus cabezas.
Y las viseras que perdieron a sus boinas, que perdieron el sol y se perdieron de vista, se van uniendo a la fiesta.


Pueden verse sombreros fálicos, sombreros ávidos, sombreros de paja
y hasta pajas constantes sin cabeza que se sacan el sombrero.


Sombreros de copa o corona, ala o borde, banda suave y banda o cinturón,
sombreros con viseras.


Pero ninguno de ellos tiene vísceras como él, y esas "Cs" que le faltan lo son todo,
"Cs" de vísCeras, "Cs" de Cris, "Cs" de culos, "Cs" de cabezas y "C" de corazón.


Se ven tantos sombreros festivos parecidos a él desfilando por la alegre pasarela sin cabeza.



Pero él está fuera de la fiesta, más solo que nunca,
sin sombrero, sin proyectos, sin lástima de sí, aunque con toda la cordura puesta para elegir el momento de volverse loco.




Isabel Estercita Lew

martes, 20 de abril de 2010

EL JUEGO DE LAS REGLAS


Es delicioso jugar con las reglas del juego, desnudarlas, bañarlas, perfumarlas y vestirlas a nuestro gusto para luego llevarlas a pasear por esas calles oscuras del fondo de la vida, desde dónde se puede ver y mirar la madre regla de la calle principal. La que todos conocen. La que no me interesa.


En esa misión nos fuimos andando, la regla de mi juego y yo. Hemos decido embriagarnos con chicha, esa bebida emborrachadora hecha de maíz fermentado.


En la euforia alegre del brindis, resultó que se sumó compañía, cómo no habría de ser? Un conglomerado de maminchos* sin reglas ni destino, se prendió al aroma de la bendita no bendecida chicha, a mi regla rota y a mí.

Eso me enojó un poco, no estaba en mis planes la entrada de más gente en el paseo, y antes de aceptar que también otros podían romper mis reglas rotas, los peleé con argumentos que ni yo me creía, finalmente me olvidé del enojo y seguimos todos juntos andando por las calles oscuras del fondo de la vida.


Las reglas rotas del juego y yo nos dimos cuenta que no era fácil la ruta que habíamos decido.

Debimos dejar mucho mamincho muerto por el camino, pues no siempre estos sujetos decidían por donde debían andar, y como entre las reglas rotas se había roto la regla de la piedad vana, y el que se iba en vómito se jodía, y el que lloraba con lástima de sí mi mismo llevaba el mismo fin, la concurrencia se iba afinando.


En una de las esquinas de estas calles, podía verse el videoclip de nuestras angustias, y también podía escucharse la banda sonora de nuestras demandas de vida, y, aunque quise taparme los ojos y los oídos, no pude, yo misma había aceptado la regla sin leer las letras chicas, peor aún, sin haber roto de mis reglas rotas las letras chicas…

Fue entonces que tuve un brote de furia… la bronca de antes era menor frente a la cólera que me poseía.

Traté de asesinar a mi regla rota, a los maminchos, y luego quitarme la vida, pero en lugar de eso, y ahora creo que fue mi propia regla rota la que me ayudó, recibí una soberana patada en culo que había salido de mi propio pié.

En ese mismo instante mi cordura y mi locura, se besaron en la boca, se acariciaron, se desnudaron y rompieron las reglas de las reglas de las reglas rotas.


Eso me lo contaron después, y en otro capítulo que probablemente no escribiré, lo que recuerdo ahora es mi regla rota y yo, más que asqueadas del asco nos abrazamos hasta el piso, nos penetramos con rabia y deseo, jadeamos durante noches y noches oscuras, nos entregamos el culo y el alma. Y aunque la penetración duela mucho en ambas partes, no hay evaluación ni equiparación de dolores, son apenas corajes diferentes… a saber, en las calles oscuras del fondo de la vida la comparación no existe, y a las reglas rotas habrá que romperlas todo el tiempo, hasta que no sean rotas, hasta que no sean reglas.



*Mamincho= beodo, borracho, borrachín, mamado, etc.



Isabel Estercita Lew

jueves, 15 de abril de 2010

SUERTE?



Los que piensan que escribir es una actividad suave, lúdica… se equivocan.

Las palabras emergen en la mente del escritor después de haber vivido las ideas. A veces perfumadas. Aunque por absurda regla, siempre llenas de sangre.

Gono Rea Lew




Dónde está el lugar al que todos llaman cielo?
Si nadie viene hasta aquí
a cebarme unos amargos como en mi viejo umbral
Por qué habré venido hasta aquí, si no puedo más de soledad?
Ya no puedo más de soledad.

el flaco Spinetta



Tuve la suerte de encontrarte, pero vos también tuviste suerte en encontrarme. Somos tal para cual, como un autor para un personaje y viceversa.

Estabas inerte, no pertenecías.

Te imaginé, te esbocé, te parí, te di vida.

Tuvimos un romance intenso y fui feliz mientras estuvimos juntos.

Por suerte, la pena y la culpa no me ocurrieron por tu causa. Cuando estuviste hecho y completo, te olvidé y partí hacia otro parto.

No es cierto que amé a todos por igual, muchas veces los odié, y otras, no pude creer en lo creado, sobre todo cuando por coincidencia se asemejaban a mí.

¿Por qué lo hice y lo hago, por qué los invento?

Supongo que porque nací con los cuentos incorporados y porque hacerlo me ayuda a sobrellevar la condición humana. Me place crear un lugar o un mundo que considero auténtico mientras escribo, en el que los otros y yo padecemos o somos felices, donde la suerte cambia en un instante y hasta puedo decidir el momento. Un sitio en el que puedo ser niña o niño, joven o vieja, cortesana o madama, mal amada, bien amada, golpeada, deseada, destruida, vivificada.

También puedo ponerle colores a mi historia o mantenerla en blanca y negro.

Por suerte no muero cuando te mato, no sufro cuando nos hago sufrir, pero tampoco soy tan dichosa como nos hice sentir en aquellos días de amor perfecto y feliz de nuestro cuento.



Isabel Estercita Lew