
Dicen que encontraron mi cuerpo en la bañera de mi departamento parisino. Tardaron varios días.
Los que dudaron de la veracidad de esta información, acertaron. “ Si se purifican las puertas de la percepción, todas las cosas resultan infinitas...” escribió Blake para mí y para ellos.
Nací con tanto fuego que mi llama arderá eternamente.
Estando entre ustedes, me sentía asquerosamente exhibido y vulnerable, además, mi amor por Yama, la única mujer que amé, se fue consumiendo.
Hicieron de mí un símbolo sexual, un subproducto de la prensa. No pude cargar más con la nefasta imagen de aquellos chicos arrancándose los pelos, idolatrando la crueldad escuchando mis malditas músicas. Al verlos enajenados me sentí un producto de consumo, una droga. No creían en mis palabras, las usaban para incentivar sus propias fantasías, yo no era más que un estimulo. Sentí entonces un coma pasional.
No pudieron matarme como habían especulado los medios. El que intentó hacerlo, tan sólo logró acecinar su fantasía.
Siempre hubo algo en mis versos que me hizo imaginarme en una soledad auténtica; un don que me pertenecía desde que llegué al mundo; apenas nací en la rotación errada.
Por todo esto abrí las puertas y cerré “The Doors”. Partí hacia mis poemas y con ellos.
Di mi vida a otra vida, y así será...
Isabel Estercita Lew