miércoles, 30 de diciembre de 2009

Triste hermosura


Hace un rato o un día se lo dije a un amigo, y realmente creo que a veces la tristeza y la hermosura pueden conjugarse en tristes hermosuras… Más o menos te lo dije...


Esta semana hablé o pensé o hablé y pensé en muchas cosas, me harté también, no puedo negarlo, no puedo evitar ese asco de los que minimizan sus insalvables diferencias a través de una fecha.


Hay gente que no me banco ni me la bancaré nunca. Eso no lo cambia ninguna fecha. Nada cambia por una fecha. Pero sin torcerme ni dar el brazo a torcer, admito que hay una gran energía festiva y sumamente deseosa de ser amigable y comprensiva hasta con lo más vulnerable de lo vulnerado.


A esta gente le digo desde lo más profundo de mí ser que se vayan a reputamadrequelosparió, que desaparezcan.

Pero a las otras, a las que aceptan durante todos los segundos del año nuestras diferencias, a las que son capaces de sonreír sin odio porque jamás odiaron aunque no estuvieran de acuerdo, a esas les digo, podemos construir, y si nuestros ladrillos son consistentes, no importa que sean diferentes, las estructuras no duran por su belleza, duran por su consistencia.


Las diferencias sanas nos llevan a debatir, y el debate a escucharnos, el escucharnos a crecer y nadie debe apropiarse de las ideas, las ideas deberían ser como un baile sin cordura, un movimiento constante y sin miedo, porque el miedo te hace esclavo y te paraliza para siempre mientras lo cargues.


No me gustan los deseos para el año que viene, me gustan los deseos a toda hora, los deseos constantes y sin instituciones, los deseos de te brindo mi brindar para siempre y cuando quieras.


Solo te pido que le des una patada en culo al miedo, que le abras la jaula a la pasión y que salgamos a vivir hoy y para siempre.


El mundo es un lugar hermoso cargado de tristezas, nosotros los paisajistas, y algunos otros codiciosos empecinados en hacerlo mierda, que festejen sus ricas miserias…


En breve habrá que bajarlos de un hondazo, no es verdad Maracuyá?



Isabel Estercita Lew

jueves, 24 de diciembre de 2009

Me voy o vuelvo? No lo sé…


Me voy o vuelvo a las 20 y 25 del día 03 de enero del 2010, me voy para mi otra tierra, tengo dos.


Repito, no compré pasaje de vuelta porque ya no sé si voy o si vuelvo.


Sé que todos tenemos esa necesidad, la de saber si vamos o venimos, pero a mí se perdió un día y no la volví a encontrar.


Se me perdieron las certezas y eso no es bueno ni malo, no es malo ni bueno y los viceversas están vestidos de mis entrañas y lucen como parte de mí, creo que me sientan bien, al menos el espejo me lo dijo.

Ya sé que el espejo no habla, pero mi espejo borgeano entiende y es solidario con mis anteojos.


En mi P vida hice un balance, hace un rato se lo dije a una amiga entrañable. Jamás hice balances de ningún tipo, y no me someteré a terapias para entender el motivo, no lo hago porque no se me antoja y al que se le antoje que lo haga.

Además para qué sirven los balances no contables?


No me pongo metas, no me someto al sponsor rendimiento del sistema, no corro carreras, odio las competencias, los ganadores y colaterales perdedores, los juegos de competencia me deprimen, pero me encanta jugar a todo...


Y si algún día te encuentro jugando conmigo y ambos ganamos juntos o perdemos juntos y no ganamos ni perdemos nada, acordate che, te voy a dar un beso definitivo, de los verdaderos, de los que valen la pena vivir sin balances ni metas.



Isabel Estercita Lew

lunes, 21 de diciembre de 2009

No solo del hombre vive el pan


Instituciones:
Yo miro por el día que vendrá hermoso como un sol en la ciudad, y si me escuchas bien creo que entenderás, porque yo esperé en vano que me dieras tu mano. De mis huesos la humanidad debes salvar. Los magos, los acróbatas, los clowns mueven los hilos con habilidad. Pero no es el terror a la soledad lo que hacen los payasos, uno rojo, otro blanco y a los viejos romper la voz para cantar? "Oye hijo las cosas están de este modo, la radio en mi cuarto me lo dice todo". No preguntes más! "Tenes sábados, hembras y televisores, tenés días para dar aún sin los pantalones." No preguntes más! Siempre el mismo terror a la soledad me hizo esperar en vano que me dieras tu mano cuando el sol me viene a buscar a llevar mis sueños al justo lugar... Charly García


- Acordate de lo que dijo Charly, no solo del hombre vive del pan…
- No solo del pan vive el hombre dijo Rockefeller, porque también vive del caviar, del salmón y otras delicias... (Ambos rieron con fina elocuencia y se dieron las manos festejándose)
- No solo de pan vive el hombre dicen que le dijo Jesús al diablo cuando este lo tentó en pleno desierto diciéndole: “Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan".

Y así continuaron estos dos intelectuales parafraseando y desarrollando temas de interés público y vital, mientras compartían cervezas, quesos, fiambres, papitas y maníes sentados a la mesa de un bar de la Recoleta.


Hasta ese momento todo había transcurrido con la habitual normalidad, salvo dos situaciones que lograron retrasar algunos segundos la fluidez de ambos raciocinios. Una de ellas fue la cáscara de maní que se le pegó en el diente a uno, y que distrajo la atención del otro hasta que pudo hacerle un gesto explícito que su amigo comprendió sin mucho esfuerzo. Luego la entrada de un niño maltrapillo que se plantó frente a ellos ensuciando la rara estampita sucia con sus largos mocos verdes, sin que el mozo lo echara a patadas como habitualmente. Pero en seguida, estos pensadores cruzaron sus miradas con complicad comprendiendo que ya estaban atravesado diciembre, época de falsa piedad y tolerancia.


La rara estampita les distrajo la secuencia de la charla y pasaron a debatir sobre la genialidad del cuadro que alguien habría fotografiado, copiado y reducido el tamaño para transformar en estampita y así chantajear la sensibilidad de la gente más culta.

Mientras discutían la obra con pasión creciente descartando nombres de artistas, confirmando y desconformando otros, el niño se sintió autorizado y se dio a comer cuanto había en la mesa, aunque lo hacía con una sola mano, pues su otra mano continuaba extendida e impaciente esperando el pago de su estampita.


- Este Jesús es de lo más genial que he visto en mi vida, decía uno.
- Yo creo que el artista se entregó a las calles para padecer y se vio niño y crucificado o en huelga de hambre para denunciar las injusticias que…
- Creo que tenés razón, aunque presiento que en el fondo hay algo más… Mira estos mocos verdes que se deslizan por su nariz corriendo por sus labios que se relamen. Además es un Jesús niño y maltrapillo que…

- Es lógico, el artista inspirado en épocas navideñas se dio el lujo de cagarse en la hipocresía y todavía…

Luego de exponer sus diversos rostros lastimeros aprendidos en los talleres de las calles, y sin recibir mirada, ni moneda, con la panza ya satisfecha, más cansado y con más mocos que antes, el niño decide seguir con lo suyo dejándoles la copia de su foto, la única foto que le habían sacado en su vida para el documento de identidad que nunca le entregaron.
El niño parte con el resto de las copias de su foto hacia otra mesa sin tanta charla.



Isabel Estercita Lew

martes, 15 de diciembre de 2009

Líneas sin manos


Yo sé que podés matarme,
por algo llevas tu arma.
Cargo mis ojos y te apunto.
Disparemos juntos.
Viviré la muerte,
mientras vos como siempre
morirás tu vida.

Iel



Esas manos con líneas que en destinos se alineaban dejando en las manos del poder divino o no tanto su vidas, o bajo las manos de la suerte adivina que quirománticamente las destinaba, un día malo o bueno, perdieron todas sus líneas, o simplemente se les escaparon de las manos.


Entonces gitanas y otras yerbas en lugar de leer las manos comenzaron a seguir las líneas fugitivas que se les iban de las manos. Se vieron perdidas y sin adivinar razones se dieron por vencidas y de manos caídas también perdieron sus líneas.


Las líneas de las manos libres de toda mano hacían de las suyas porque eran suyas o de sí mismas que es lo mismo.

Pero así como quien no quiere la cosa no fueron las cosas, muchas de las líneas que marcaban el futuro se revelaron contra toda bajada de línea e hicieron y deshicieron para finalmente decidir su destino.


Las líneas de la vida se cerraron ajustándole el pescuezo a la muerte para decidir el fin de sus vidas.


Las líneas del corazón se echaron a amar sin tapujos y aboliendo cualquier saga se dieron al amor con todos y con cualquiera.


Las líneas del éxito no tuvieron éxito, y finalmente sucumbieron con éxito.


Las manos sin líneas aplauden sin sonido,

aplauden sin sentido,

aplauden vacías,

se tocan los penes

sin pena ni gloria

sus armas nos apuntan

disparan,

y por fin eyaculan



Isabel Estercita Lew



jueves, 10 de diciembre de 2009

SALDOS



Confesiones de verano, invierno, primavera y otoño. También media estación que equivale a todas las anteriores cuando bajan los precios y los desprecios.



Y yo la sigo peleando sabiendo que es al pedo, como Charly cuando decía cantando:


para quien canto yo entonces si los humildes nunca me entienden si los hermanos se cansan de oír las palabras que oyeron siempre, si los que saben no necesitan que les enseñe,


pero yo sigo cantando, sigo queriendo un mundo para todos, sigo y al carajo.


Carajo es todos, no me importa más nada. Sin todos no hay nada.




Charly e Isabel Estercita Lew

jueves, 3 de diciembre de 2009

Yo soy rebelde y la estupidez es estúpida


Hay privaciones ortodoxas, relaciones cóncavas. Eyaculaciones veloces, orgasmos gritados, televisados, fingidos, precoces, precarizados y esas voces estúpidas que aunque calladas se escuchan. Aunque las mates de una vez y para siempre, la estupidez vence no por buena, vence porque se escucha.


Hay de todo en la viña del señor dijo un curda en una doma de vinos.

Hay chanchos asando chorizos y chorizos de chanchos asados.


Hay cantineros ebrios equilibrando cafés, camareras centrífugas chupándose las sobras de la nata. Señoras con cara de tijera de leche cortada. Gente con rostro de torta desinflada por abrir el horno antes de tiempo.


Hay Ramones Juanas, damajuanas sobrias y la sobriedad de una dama ebria gritando taxi. Taxis negros xenófobos y amarillentos, hay bilis tachera y tachos de basura devorados por el hambre… hay Diciembres asquerosos de bondad como nunca jamás, arbolitos navideños, arbolitos asesinos que caen sobre Zaira...


Dolores de estómago que siguen hasta enero, abuelos muertos el 31 de diciembre por patrulleros ebrios.

Ebrios patrulleros que gritan callate, imbéciles calladores que se callan.

Hay niñas de cuatro años con esa cara de mí, niñas de cuatro años para siempre, hay niñas que nunca callan.


Isabel Estercita Lew

domingo, 29 de noviembre de 2009

BLANCO NEGRO


Caminaba por el túnel arrastrando su pierna blanca de sangre morena como la sangre de su tierra.

El túnel era claro redondo y simétrico, de longitud ignorada.

Aún podía oír el eco del son de la batucada, todavía había tiempo para fumar un puro de tabaco negro como la sangre. Los que no saben nada dijeron que los puros le enfermaron la pierna y luego lo demás.

Quizás también le restaba tiempo para una cashaca, el aguardiente que arde hasta el amanecer.

El médico blanco, de guardapolvo blanco y pelo blanco, huele a sobaco de blanco y muertes ajenas, no le gusta ni el médico ni su olor. No obstante le gusta la enfermera, la de la piel y olor a canela, la de cabellos rizados largos y negros, la de caderas generosas, pechos pequeños y rígidos, pezones notables. Fue portaestandarte de Bela Flor, su preferida como el Flamengo.

La morena lo dejó tocarle el culo carnoso y firme, también entre las piernas, donde la vida arde...

Le dijo que a él lo dejaba, porque aunque fuera un viejo verde, para ella era el mejor poeta, el mejor músico, que había estado presente en todos sus amores, encuentros desencuentros y despedidas.

No quería ver el túnel y se sujetaba al aroma de canela de la muchacha para permanecer.

Ella le puso el remedio en la boca y sujetándole la nuca lo ayudó a beber agua. Fue entonces cuando vio al cura, estaba parado en la puerta, impaciente por exonerarle el alma. Lo miró aterrado, pero la enfermera advirtió de inmediato el pánico en los ojos del poeta, y al darse cuenta, sin preámbulos cerró la puerta en la nariz del religioso. – Que se vaya a joder a otra parte, le dijo al enfermo mostrándole una sonrisa blanca de labios carnosos. Él le hizo un gesto para que volviera a su lado.

Luchaba para no cerrar los ojos, porque entonces vería el túnel, y él apenas quería llevarse la reproducción inédita de esa muchacha, y mostrársela a Gauguin cuando se encontrasen en el paraíso, porque estaba seguro que su morena era más bella que las nativas tahitianas del pintor.

La enfermera se sentó a su lado y le pidió un poema, él le divagó historias de Orfeos de Carnaval, de capitanes de arena que se vuelven músicos famosos y no mueren en la cárcel. De niños que improvisaban una pelota con medias y que jugaban al fútbol en los baldíos o en las playas de Santos, y que cuando uno de ellos crecía, se transformaba en el mejor jugador del mundo. Mientras le contaba enterraba su mano entre las piernas de la enfermera, allí donde la vida arde.

Sintió la boca seca y la mano húmeda, casi mojada con su néctar más preciado, y así se durmió, sin ver el túnel, con la mano en la masa de la vida y escuchando el eco de una batucada.


Isabel Estercita Lew

martes, 24 de noviembre de 2009

SONIA Y CIENFUEGOS


El 30 de Mayo de 1980, cuando Sonia cumplía 16 años, contrajo matrimonio con Afranio Cienfuegos, de 35.
La dote por la unión fueron dos vacas raquíticas, media docena de ovejas y un toro que murió de viejo antes de la boda.
Como un presagio, ella recibió de regalo tres cuchillos: el de la cebolla, el de la carne, y el de la gallina o el pato luego de degollarlos.
En la modesta ceremonia realizada en la parroquia del pueblo, Sonia usaba un vestido casi blanco con un encaje en cada manga; Cienfuegos, su traje negro de toda la vida.
La muchacha caminó aparentemente firme hacia la cama, así la habían instruido las viejas comadres.
Sin reparar en la corta edad de la novia, a la que ni siquiera había conocido hasta ese día, él la esperó sediento. Se bajó los pantalones deprisa y dejó expuesto su miembro, usado hasta entonces apenas con algunas putas y bastantes ovejas.
Esa noche ella lloró todo lo que había en su pequeño pecho silvestre, luego bajó la cabeza, los ojos y el alma, decidida a no ver más.
Cienfuegos le había manchado la sonrisa y la mirada con la sangre de su himen; la había poseído brutalmente sin ningún gesto de cariño.
Después de una semana, y satisfecho, el jornalero partió hacia su trabajo en campos lejanos.

Quizás influenciada por las historias románticas que le había contado una prima de la ciudad, Sonia odiaba a su marido con pasión.
Cienfuegos volvía una vez por mes; el viento traía ráfagas de su vaho, Sonia podía olerlo a kilómetros de distancia y calcular el tiempo que él tardaría en llegar; entonces afilaba sus tres cuchillos, el de la cebolla, el de la carne y el de la gallina o el pato; le preparaba la comida, y se aseaba fantaseando que aún eran posibles las historias que su prima le había contado.
Sonia se imaginaba que él le traería flores del camino, que pasearían de manos dadas conversando, y él le acariciaría el cabello, luego cenarían y finalmente irían a la cama. Entonces Cienfuegos le haría el amor con cuidado.
Cuando la figura de su marido se hacía visible, ella no podía dejar de temblar, tampoco podía dominar las gotas heladas que le corrían desde el cuello hasta la cintura.
Aquel día él llegó y la llevó directamente a la cama. El puchero que la muchacha había comenzado a cocinar el día anterior, se quemaba.
Para ella, que apenas había conocido esa naturaleza de vínculo, podría ser normal ser poseída brutalmente por alguien que huele a excrementos. Pero en Sonia había memorias ajenas que se enfrentaban a su realidad.
Ella se dejó poseer, ensuciar y golpear porque sí, o porque se había quemado el puchero... Ya no temblaba, ni le caían gotas de sudor. Miró hacia el costado y vio tirada en el piso su muñeca de trapo, la que dormía junto a ella y era su amiga. La levantó, estaba sucia, él la había manchado. Fue ese el único motivo que la llevó a hacer lo que hizo.
Afranio Cienfuegos esperaba en la mesa con una servilleta puesta en su cuello sobado y el vaso de vino en la mano, a que llegara rápidamente la comida.
El cuchillo, el de la carne, le atravesó la espalda y dejó salir la punta plateada por el pecho; el hilo de sangre se confundió con el vino que resbalaba por su boca. Mantuvo la mirada ebria y fija hacia adelante, apenas soltó un gemido y luego apoyó los codos sobre la mesa para no desplomarse. Ella se paró frente a él de brazos cruzados como una mamá canguro con su muñeca vigilando desde el bolsillo del delantal. Observó las manos de su marido ajadas y bruscas, las uñas sucias. Por primera vez le riñó.
- ¿Qué le costaba Afranio cepillar esas uñas? Me lo hubiese pedido a mí si no quería hacerlo, que con mucho placer se las hubiera limpiado.
Él permanecía mudo, ahora sus ojos estaban fijos en la muñeca. A Sonia no le gustó que le mirara la muñeca, ya se la había ensuciado antes. Con el cuchillo de la cebolla apuntó hacia sus manos, él se veía más pasmado que dolorido.
Sonia recogió los dedos y los echó en la olla, él tuvo un blando gesto de resistir, pero ella le tomó la otra mano con firmeza y con el mismo cuchillo, el de la cebolla, le rebanó los dedos restantes.
Cienfuegos cayó inconsciente al piso arrastrando la silla. Mientras yacía tumbado, la muchacha comenzó a limpiar el enchastre, luego con una olla de agua tibia y un paño, se dedicó a lavar a su marido hasta dejarlo impecable para ella.
- Sonia... Murmuró Afranio. - No le escucho hombre, espere que me acerco y me lo dice. - ¿Por qué Sonia, qué le he hecho? Yo la quiero... - A mí no me ha hecho nada, pero a ella sí. Le respondió señalando a su muñeca. Bueno ya se me pasó el enojo, hagamos las paces. - ¡Por favor Sonia, busque ayuda! - Afranio, si no sabe cómo se hace el amor no puedo ayudarle. Está bien, lo ayudaré a mi manera, le quitaré lo que no sabe usar, por eso hace los enchastres que hace. ¿Vio, hasta ensució mi Muñeca?

Con el cuchillo, el de la gallina o el pato luego de degollados, le cortó el pene y lo arrojó a la olla del puchero que ahora no dejaría quemar.
Mientras Cienfuegos moría desangrado, ella comía, saboreando delicadamente cada parte de él. Ahora se habían entendido, por primera vez él le había hablado con dulzura, como un obsequio de la muerte.
Sonia salió de la casa y se echó a correr atrás de los patos, como lo hacía poco tiempo antes, cuando aún era una niña. Voló con ellos y se dejó llorar su temprana viudez.



Isabel Estercita Lew

jueves, 19 de noviembre de 2009

YIDDISH



El yiddish es la lengua vernácula de los judíos, se aprende con facilidad, sobre todo los niños como ustedes... como ha sido una lengua de uso familiar, no posee demasiados términos abstractos, tampoco posee demasiadas palabras que describan la naturaleza, porque es una lengua urbana y no rural. Es muy rica en palabras descriptivas que expresan el carácter y las relaciones entre las personas.


Rina escuchaba atenta a la maestra de historia judía, mientras el chico que se sentaba en el banco de atrás le pegaba un chicle en el pelo. Su compañera del costado lo había visto, pero no le diría nada ni a Rina ni a la maestra, porque sino en el próximo recreo, él y su grupito la encerrarían en un círculo para cantarle el Rap del alcahuete y probablemente le pegarían a ella también un chicle, La compañera se tapó la boca para reírse, Rina la observó y se dio cuenta de lo sucedido, llevó su mano para atrás por sobre el hombro para palpar la exacta ubicación del pegote. Luego de encontrarlo, trajo con cuidado el mechón castaño y casi lacio para adelante, bajó la cabeza apretando la perilla contra la clavícula y ciñó el ojo derecho para poder ver mejor...


En el yiddish abundan los diminutivos, términos afectivos, proverbios y refranes...
-¿De qué estoy hablando Rina?
-Que en el yiddish abundan los chicles -dijo sin pensarlo, a lo que le siguió la estridente carcajada de toda la clase. Rina se puso doblemente colorada pues tenía el hábito de ruborizarse al saberse ruborizada.
- Debería mandarte a la dirección, pero prefiero no hacerlo. Mañana es Iontef.

En ese instante la niña sintió un escalofrío. Casi lo había olvidado. Hasta aquel día nefasto, siempre le gustaron los festejos, pero desde entonces se sentía molesta y distante de aquellas conmemoraciones.


El rostro de su vasta familia rodó como si estuvieran en un calidoscopio y eso le era agradable, hasta que un trocito de vidrio se desprendió hincándole el ojo. No podía verlo todavía, el trocito de vidrio la hacía pestañear y lagrimear, pero podía oírlo, era la voz cargada de acento europeo de su tío Jaime, el que siempre le traía caramelos, el que la llamaba Meidele y luego la hacía sentarse a upa de él.


El chico que se sentaba atrás de ella era igual a su tío, hacía lo que no debía y nadie lo censuraba. Cuando creciera tendría sobrinas, les ofrecería caramelos y las haría sentar sobre él. Hasta los nueve años de edad apenas les tocaría y pellizcaría la cola, muy de vez en cuando ellas podrían sentir una tercera pierna entre su pierna, luego metería su mano por debajo del vestido y si estaba holgado llegaría hasta las tetas, no, hasta las tetitas, en diminutivo como en la lengua yiddish. Y cantaría el Rap de las tetitas, porque al chico de atrás, le gustaba avergonzar a las chicas avergonzadas con gomas pegadas en la cabeza, cantándoles el Rap del alcahuete. La mamá la mandaría a la dirección, no, en la casa no hay dirección, hay castigos que reciben las niñas que mienten y avergüenzan a la familia, y mucho peor si ya se habían dejado tocar las tetitas a cambio de caramelos, y no habían dicho nada.


El chico de atrás cuando fuera tío y sus sobrinas tuviesen más de diez años, las haría sentar a upa de él, y cuando las mamás estuvieran lejos amontonadas en la cocina, y los papás leyendo el Talmud, o discutiendo finanzas, les daría bombones en vez de caramelos, les correría la bombacha y pasaría su mano vieja y áspera por donde ellas hacen pipí, y les cantaría el Rap del pendejito. Un pendejito, dos pendejitos, tres pendejitos, son pocos pendejos, un bomboncito diez pendejitos, veinte pendejitos, tres bomboncitos, la tercera pierna está erguida, muy erguida, a la sobrina le duele la cola o el lugar de hacer pipí, luego siente un calor espeso y húmedo, como los mocos de cuando Rina está resfriada, de cuando llora mucho. La tercera pierna se torna blanda, casi imperceptible.


A Rina se le había incrustado ahora el trocito de vidrio en el corazón y aunque quisiese cambiar el calendario festivo siempre existiría una fiesta o un encuentro familiar con un tío Jaime o con un tío como el chico de atrás, y las fiestas ya no tendrían gracia, porque ella odiaba los bombones, luego de odiar los caramelos y sabía que estaba colorada y eso le daba muchísima vergüenza.


Isabel Estercita Lew

viernes, 13 de noviembre de 2009

EL PITUIALADO DORADO


El Pituialado dorado era ese ser de la nada con sed de risa que ríe, era esa tristeza que no tiene fin hasta que finaliza, era ese ser alado que se llueve a sí mismo mientras vuela por cielos secos.

El Pituialado dorado era la humedad robada por los ladrones de montes, la extinta margarita que contra sojas y mareas se deshoja.


El Pituialado dorado como su nombre no lo indica, era un chancho azul vomitando estrellas y una estrella en celo copulando soles.


El Pituialado dorado tenía el color del sonido de cuando gritan las gargantas mudas, ese color del sonido que pueden escuchar los oídos sordos.


El Pituialado dorado era el pañuelito blanco y limpio de los mocos sucios del pibito del paco. El del cuchillo plateado de las Tejerinas clavado en sus violadores.

Era color azul, comprimido mágico que eleva el ego de la impotencia.

El Pituialado dorado era color NN, la 99 de 14 años. Era color Martín, el 98.


Era color Rel cuando sus poemas le rompen los sobacos a las olas.

El Pituialado dorado era color Hippie Viejo dándole más color al amor, porque el amor es más fuerte para la buena gente.


El Pituialado dorado también era el más injusto de los justicieros, llenaba camas vacías, besaba los besos sin besar, hacía cosquillas lindas y de todos los colores en el lugar del deseo, fecundaba hijos que nunca nacieron, regalaba alas para quienes quisieran echar vuelo.

El Pituialado dorado era color frutilla con pimienta, era a todo color y del color de todos… era del color del sueño del sueño, o del color de cumplirlo.


Isabel Estercita Lew

martes, 10 de noviembre de 2009

LAS HEMORROIDES GLAMOROSAS


Mi amigo Justo Glen volvió a visitarme luego de su pésima última experiencia en el Ministerio de Aguante a la PachaMama.


Lo noté muy bien predispuesto y pese a la excentricidad de sus ropas autóctonamente globales, se veía elegante. Pero la verdad es que entre sus relatos de viaje, incluyendo un viaje al fondo de la tierra, me distraía bastante su forma de sentarse de lado, y como no podía seguirlo con la intensidad que merecía decidí interrumpirlo y preguntarle el motivo.

Me contó que al regresar del fondo de tierra, donde pasó casi una semana prácticamente sin agua ni alimentos debido a la gran contaminación, se refugió durante unos días en el Valle de los Pimientos, uno de los pocos territorios vírgenes que se conservar en nuestro planeta gracias a su poder de invisibilizarse frente a predadores potenciales.

Como bien lo indica su nombre, el Valle de los Pimientos está plagado de pimientos, pimientos de todo tipo y color, pimientos vegetales, pimientos animales, pimientos humanos y sobre todo pimientos picantes.


Justo Glen se pudo adaptar rápidamente a las inclemencias del ardor, y hasta aprendió en ese breve tiempo a controlar su necesidad orgánica de rascarse la terrible picazón consumiendo cada vez más picantes.


Imprevistamente durante su estadía en el Valle de los Pimientos, debieron exiliarse los Wasabi, unos amigos enraizados en las tierras del oriente que fueron atacados por poderosos cañones cargados de salsa de soja, milanesa de soja y brotes de soja.

Pero por suerte mi amigo Justo Glen no sufrió de trastornos gástricos, tan solo unas dilataciones venosas en las paredes del recto y del ano que le recordaban a todo momento la riqueza vivida en sus últimas experiencias.


Para agasajar a mi amigo, decidí prepararle una comida a la altura de su relato y experiencia gastronómica. Le hice una tortilla de Jrein o Krein, rábano picante de las pascuas hebreas, y ajo salvaje.


A Glen le encantó mi receta y jactándose de sus hemorroides glamorosas acabó comiendo mi conocido postre, Frutillas con Pimienta, entre lágrimas y de pié.



Isabel Estercita Lew

viernes, 6 de noviembre de 2009

98


Hay un ruido que te suena y no te para de sonar nunca, un ruido que no para de gritarte… hicimos el amor, te hicimos, te acaricié cuando empezabas a ser. Un encuentro de óvulo y espermas que van formando tu cara, tu cuerpo, tu cabeza, genes pasionales que no coinciden con tu primer sonido de voz cuando decís mamá o papá, cuando lo decís, cuando los mirás.

Caricias de vientres que no encontrás en esos rostros de crecer.

Sueños confusos, fotos de panza de vos que no existen. Ese amor que nunca hizo quien dijo haberlo hecho para gestarte. Realidades ajenas, y vos te vas perdiendo entre la oferta y la demanda.


La oferta de no pensar en nada, la demanda constante de pensar. Y en ese pensar se te consume la vida hasta que decidís hacer.
Así fue que fui a buscarme. Al principio no me encontré… vericuetos de la vida. Pero luego me estoy encontrando.


Las panzas en cautiverio tenían un valor agregado, no había que torturar demasiado a sus portadoras, solo un poquito para que canten algo, después de todo una picanita de leve o no tanto era una consigna inevitable, no perjudicaría al bebé. Luego, cuando estuvieren por parir, buen trato y bastante verso. Pues gracias a Dios los pibes estaban prometidos a la gente de bien.

Se apropiaban de los pibes y de sus identidades. Decían que les daban un hogar de buena gente, gente de fe, comida, ropa, educación, un buen sopapo, si fuere necesario.

Un poco de afecto está bien. El cariño y el amor los malcría. Con cariño y amor acabarían siendo subversivos como sus padres biológicos.


Me llamo Martín Amarilla Morfino, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino,


Soy el 98, el nieto recuperado número 98, pero ya vieron, tengo nombre y apellido.



Isabel Estercita Lew

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Verdad - La verdad es verde?


Yo no digo la verdad porque quiero que me crean, lo hago de puro suicida

Filosofía de EntreCasa

La Lew



Hoy se le incrustó una calcomanía fea en el ojo, y el otro ojo de puro compañero lo acompañó, y el resto del cuerpo se solidarizó, y todo ella y lo de ella lloró, y aunque parezca verdad, sigue llorando.

Isabel Estercita Lew

miércoles, 28 de octubre de 2009

Soy de Carne y Besos


Soy de carne y besos, de besos y olvido, u olvido siempre recuerdo.

Soy pan y vino frente a un manjar que nadie ha de probar.

Soy la prueba viva de la inocente insolencia, la vergüenza ajena, nunca la propia.

Soy la desobediencia debida a la vida, soy en carne viva para todo, para nada y para siempre. Soy lo que debería ser y no fue, quizás porque lo que debería ser para mí nunca es.

Soy la llaga que se toca, que se pincha y que explota y sobre ella sin más ni menos alcohol puro.

El dolor visible, claro, la primera palabra, la última, la del silencio, la del confieso.

Soy la de la piel suave y sobacos de cinco pelos sin desodorante. La de vagina loca, la que acaba a gritos sinvergüenzas y sin vergüenza. La que querés callar pero no podés y que por todo eso te repugna y te excita.

Soy eso desprolijo que no querés pero deseás. Soy tu demasiado para ser real, y lo más real de todo.

Soy insensata, impertinente, calmamente desopilante, tristemente alegre, sin voz, ni vos y con voto. Despiadamente indiferente, asquerosamente sensible.

De lo más inútil con el martillo, aunque bien capaz de hacer agujeros y llenarlos.

Soy desquiciadamente simple…



Y si anoche lo encontraron con una herida mortal de luna llena en el pecho, sepan señoras y señores, no fui yo quien lo hizo, no me daría el cuero, mucho menos el firmamento.


Soy apenas una mujer de carne y besos, solo eso.


Isabel Estercita Lew

sábado, 24 de octubre de 2009

TE COMO LA BOCA



Hoy no puedo dejar de sonreír porque tu mirada, y ni cuenta te diste, tontito…
Hoy no puedo dejar de sonreír y hasta se me pasó la alergia primaveral que no me dejaba vivir, que me irritaba la nariz y el resto y los remedios que nunca voy a tomar porque me cago de miedo y todo eso. Hoy no puedo dejar de comer frutillas y hasta las cargo de pimienta.
Fue muy cortita tu mirada, pero solo precisaba de ese disparador para disparar mis ganas y te aseguro que me muero de ganas y que si mañana no me besás…

CLIMA (punto y aparte y con mayúscula)

Y que si mañana no me besás… por mis únicos dos únicos dedos meniques y mis ningunos de frente, te lo juro. Te lo juro por la honra de mi madre, pues sé que de la mía nadie se fía, te lo juro con los dedos en V, que es mucho más que la estrella de David o la cruz de Cris, te lo juro! Y si no me crees que un rayo de locura caiga sobre mi coherencia…

… si mañana no me besás… el título de esto será tu condena!



Isabel Estercita Lew

lunes, 19 de octubre de 2009

1 pa el mango*


A Rimita le faltaba un verso para recibirse de poesía, un acorde para ser melodía, una letra para ser palabra, una palabra para ser oración, un verbo para conjugarse, un diente para sonreír, una mentira para ser pinocho, una cruz para crucificarse, un ala para volar, un dedo de frente para no enloquecer y un beso de él para tenerlo todo.


Isabel Estercita Lew



*Mango: Peso, peseta, euro etc.