domingo, 28 de febrero de 2010

Miserable Mundo Imaginario


Había una vez un mundo donde la prisión efectiva no tenía barrotes, y donde la función de los gobernantes no era servir a su gente, sino que manipularla, puesto que éstos a su vez eran funcionarios de los acopia-guita, mandatarios supremos de bajo perfil. En este miserable mundo imaginario, la gente creía que las guerras eran para la paz, y que las armas eran meros instrumentos de defensa.

En este mundo los individuos se divertían muchísimo frente a un plasma colorido y con sonido, donde otros individuos de géneros diversos, exhibían sus bellos culos y tetas siliconadas y montaban escenas histriónicas que a la gente le encantaba creer y que al día siguiente serían tema de conversación en el trabajo, o en espacios de pertenencia. Además, en ese plasma colorido también se transmitían varias veces por días unos módulos llamados informativos que servían para unificar, guiar el pensamiento y formar opiniones que respondieran a los intereses de los acopia-guita.


Como los relatos deben tener algún desarrollo y en lo posible un final, y dado que el autor sufre de pereza imaginativa terminal, ha decidido precipitarlo, y contar que en ese mundo que había sido bendecido por la naturaleza, que hacía crecer de la nada frutos, animales y otras hiervas, ésta, al sentirse vulnerada y mal herida, dejó de bendecirlo y se volvió contra él. Eso gritaban desde el plasma los individuos portavoces, mientras eran arrastrados por grandes olas y tragados por la tierra, lo absurdo de todo esto es que entonces ya no había interlocutores, y por defecto tampoco mandatarios.
Ya prevenidos, los acopia-guita huyeron en una nave espacial abastecida con provisiones para más un siglo.


Al finalizar este relato estólido, bizarro y absurdo, el autor se sintió aliviado y pensó en lo agradable que era respirar en su mundo real, tan distante de aquel otro tan miserable. El cinismo tiene alas pero no tiene vuelo, se dijo, el sarcasmo es cosa de tontos fatalistas, pensó, estamos a salvo, somos libres y soberanos.


Isabel Estercita Lew

lunes, 15 de febrero de 2010

El misterio de las Calesitas


La calesita pasó de Turquía a Europa a comienzos del siglo XVII, conocida con el nombre de sarianguik, consistía en un gran plato de madera con caballos de igual material que giraban sobre su eje. Enseguida se transformó en favorita de la realeza y de los niños. Las calesitas fueron uno de los elementos de mayor atracción en las kermesses populares de los siglos XVIII y XIX. En Francia se la conocía como carrousell o manège, en Italia como giostra, en Gran Bretaña como merry - ground y en España como tío - vivo. Aquí, "La calesita", es también un tango, con letra de Cátulo Castillo y música de Mariano Mores.



Resulta que hace algunos años, frente a la tentativa de desaparición forzada de las Calesitas, estando yo al comando de la resistencia de las mismas, apoyada por pocos calesiteros, tuvimos que involucrarnos en un peligrosísimo plan para salvaguardar el mundo calesístico.


El enemigo llegaba por las noches, cuando los pequeños consumidores de estas plataformas giratorias con caballitos, coches, barquitos y otras mañas ya estaban durmiendo profundamente, probablemente soñando con la sortija que sacarían mañana, era entonces que las arrancaban de raíz, las destrozaban para poder meterlas y cargarlas en camiones que las llevarían luego al cementerio de calesitas.


Antes del amanecer, plantaban unas vigas irremediables y cementaban la tierra para evitar lloros y mamas de aquellos pequeños giles que aún no sabían afanar.


Nuestra primera estrategia fue seguir al enemigo para descubrir el destino de nuestras calesitas, luego debíamos rescatarlas, salvarlas y guardarlas en un escondite seguro, para luego curarles las heridas.


La mayoría de los calesiteros no eran de confianza, no existían pruebas concretas al respecto, pero confiábamos en nuestra intuición niña, por lo que debimos ocultarles nuestros planes.


Tuvimos la suerte de contar con la ayuda y el apoyo de los Perdedores de Potreros, aquellos que tiempo atrás (impensables hoy en cualquier mundial genérico), pateaban goles de pelotas de trapo en aquellos terrenos baldíos hoy ocupados por sendos centros comerciales.


Uno de estos potreros se había invisibilizado gracias al talento de afamados jugadores de hoy y de ayer, que por suerte olvidaron su localización, y como la magia existe gracias a que la mayoría no cree en ella, el potrero invisible nos sirvió de guarida y hospital para nuestras desterradas calesitas.



Por orden de la modernidad que ni a gritos consigue cantar la moda bajo su sola responsabilidad, por lo que apela a lo antiguo, por orden de la sociedad carente de estímulos para sus niños, por orden del desordenado prefecto, intendente, gobernador o mandatario de turno, por estos días mandaron a instalar inmediatamente algunas calesitas en algunos espacios públicos un poco visibles y un poco verdes.



Pocas quedaban, pues ya lo dije, nuestra resistencia calesitera se había encargado de protegerlas, y las que pudimos rescatar estaban guardadas en el potrero invisible.


Los buenos calesiteros, los que les dejaban sacar la sortija al niño que lo merecía, se habían muerto un poco de viejos, un poco de tristeza. Los que restaban habían conseguido un buen empleo en el aparato público, y la carrera de calesitero o de dadores de sortija, no existía. Se trataba de un don raro que aparentemente se había quedado sin don.


Muchos años han pasado desde aquella época de resistencia calesitera, por suerte hemos conservado los archivos de entonces, entre estos se encuentra el mapa del potrero invisible, está todo guardado y cuidadosamente documentado.

Todo y tanto sucedió después de nuestra gran resistencia, que olvidé el sitio donde ocultas y a salvo se encuentran nuestras calesitas.


No es la muerte, tan solo debo revolver un poco entre mis carpetas para saber donde las hemos escondido.


Por suerte encontramos a un hombre dispuesto a dar todo por dar la sortija, y llegó el momento de hacer visible para él el potrero invisible…

Aquí tu sortija Marce de ahora en adelante, es tiempo al tiempo, ya encontraremos el documento donde vas a encontrar todas las calesitas que no consiguieron ni conseguirán matar, donde vas a encontrar las sortijas sin permiso, las de pura ganas che.



Isabel Estercita Lew

miércoles, 10 de febrero de 2010

Yopo, un personaje de alta o de baja definición




Yopo, ya sabés todo el amor que hay en mi odio,
ponete las pilas que este sábado es carnaval!



No hay bonito del todo y del todo no hay bonito nunca, dice mi amigo Yopo. Según él, si tuviera más tiempo para ser gay lo aprovecharía siendo puto… pero como puto nací, continúa riendo, es mejor dedicarme a ser gay.

A mi amigo Yopo no hay con que darle, diría Mussito, porque los aviones le pasan raspando pero nunca lo tocan, levanta alas de abrazos y aunque no llega al vuelo, nos abraza como si estuviéramos abrazados desde siempre infinitamente. Cuando Yopo ama, las aves del mundo comienzan a copular a un ritmo tan enloquecido que podrían contrabalancear las catástrofes inminentes de nuestros planeta.


Lo jodido es que a veces a Yopo le empieza a quedar clara la oscuridad, y se adapta a ella incómodamente, y se vuelve tan oscuro, pero tan oscuro, que te ciega como si estuvieras en una caverna interminable, y aunque lo pelees no te deja encender una miserable vela… y entonces sus abrazos se tornan heladeras de barrios pobres donde nuca hubo luz, de esas que ni enfrían ni calientan, y entonces yo lo odio con toda la homofobia que me despiertan los maricones que pierden su alta definición.


Isabel Estercita Lew