
Las apariencias engañan, otras traicionan al punto de meternos unos cuernos más grandes que nuestro culo. Algunas nos advierten sobre la necesidad inmediata de pedirle un turno al oftalmólogo o de ir reservando un bastón blanco con lazarillo incluido.
Gono Rea Lew
Aquella noche mi bajo ego no le hacía asco a nada. Mis oídos gestionaban lo escuchable y en el caso de fallarle el trámite por falta de recursos le mandaban mensajitos a mis interconexiones neuronales para que pudieran substituir los textos de cualquier lindo versero por los que quería escuchar. Pero esta vez ni me di el trabajo de lo último, estaba segura que él era como el futuro demodé que nos reservaban las puteadas enfáticas, altisonantes, grandilocuentes y truchas del Tano Pasman, pero innegablemente lindo y con seguridad versero, aunque no lo llegué a comprobar..
No es de mi agrado comenzar un relato anunciando el veredicto final, me parece pésimo, es aburridísimo darle fin a lo que no llegó a comenzar. Pero no es el caso, le rogué silencio, me lo traje a casa, nos llenamos de vino y después de un par de besos el lindo se incorporó e indignado me dijo que se iba, que por favor le pidiera un taxi, que ya no podía soportar más a mujeres locas como yo, que le tapaban la boca sin siquiera escuchar que los lindos como él también pueden pensar y que necesitan decir.
Lo vi irse molesto, y traté de reflexionar sobre el hecho de juzgar a las personas sin conocerlas mientras bostezaba ya abrazada a mi almohada y pensando sin culpas que lo llamaría al día siguiente si supiera su nombre y tuviera su celular.
Isabel Estercita Lew