Él tiene una king-size y la sabe usar, a mi me gusta su tamaño y su esplendor. El problema de su king-size esplendorosa es que después de la primer encamada se le vencen los resortes y le toma un tiempo que no es el mío para volver con toda su pompa, pero ya no es lo mismo, entre cigarrillos, duermevelas y charlas, sí entre charla y charla el fulgor se va opacando y empiezo a notar de que hace casi media hora empezamos a envejecer. Por suerte los espejos deformes del techo despabilan mi imaginación, y veo una bella pintura de cuerpos arqueados, ensamblados y casi perfectos embelleciendo, silenciando las palabras, entonces arqueo al máximo mi cintura, espalda y culo hacia él, para que me muerda el cuello, para que sienta mis ancas dispuestas a todo, para que calle el sonido de sus palabras y le de lugar a los sentidos, porque entonces nos entendemos, sí, así él, su king-size y yo nos entendemos, pero eso no lo digo, nunca se lo dije… una dama como yo no debe decir esas cosas. Esto es fantástico, acabo de descubrir que soy una dama, más que eso, soy una dama de honor.
Pasó un tren, pasaron dos o tres. Me encanta el sonido del tren que pasa por la estación Caravelle, tiene un sonido de jadeo parecido al nuestro. Pena ese teléfono de porquería anunciando que faltan 15 segundos o minutos para abandonar su king-size, pena que el sonido de las palabras y yo sacando las tiras de seguridad del inodoro, posando mis ancas bien usadas, maldiciendo el poco tiempo.
De las manos por la Niceto Vega se siente el olor a parrilla, tengo ganas de abrazarlo hasta desmayarme pero no puedo, soy una dama de honor. Soy una bien cogida reprimida.
-Querés comer algo, me pregunta él llevado por ese aroma tan argento de asado.
-A mí la carne no me gusta, a no ser que esté bien pasada y no tenga gusto de carne, pero me comería un buen chorizo, sin pan, claro, porque engorda, le respondo.
Pasó un tren, pasaron dos o tres. Me encanta el sonido del tren que pasa por la estación Caravelle, tiene un sonido de jadeo parecido al nuestro. Pena ese teléfono de porquería anunciando que faltan 15 segundos o minutos para abandonar su king-size, pena que el sonido de las palabras y yo sacando las tiras de seguridad del inodoro, posando mis ancas bien usadas, maldiciendo el poco tiempo.
De las manos por la Niceto Vega se siente el olor a parrilla, tengo ganas de abrazarlo hasta desmayarme pero no puedo, soy una dama de honor. Soy una bien cogida reprimida.
-Querés comer algo, me pregunta él llevado por ese aroma tan argento de asado.
-A mí la carne no me gusta, a no ser que esté bien pasada y no tenga gusto de carne, pero me comería un buen chorizo, sin pan, claro, porque engorda, le respondo.
Isabel Estercita Lew
3 comentarios:
Hola, soy Marly, todos los días leo tu blog aunque vos no escribas todos los días. A mi me gustan las mujeres y vos me atraés mucho por no decirte que me volvés loca. Si te parece que tengo alguna oportunidad escribí algo involucrando mujeres. No me tomes a mal, pero es que hace un par de meses que estoy escribiendo a tu correo y no me contestás, por eso me atreví a escribir esto en tu blog.
Te mando un beso sincero y de los buenos.
Ojo con el king size, es el más clásico de todos los tiempos, y merece respeto como el que vos demostraste
es tan ta n vos ,tan yo ,tan mujer ,tangible ,intangible,muy de acá ,muy tuyo ,muy nuestro,vaya a saber que es lo que engorda ,x ahi
,la calle niceto vega sera?
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