martes, 6 de mayo de 2008

Culinaria


Cuando escuchó el giro de la llave en la cerradura miró hacia la puerta y movió su cabeza, ora para un lado, ora para otro, típico movimiento del perrito frente a cualquier sonido extraño y sobre todo con la expresión de yo no fui, típica de ese perrito que mueve la cabeza.
Sabía por orden y con exactitud las frases que él usaría.
- Buenas noches querida. (Sin traducción)
-¿Qué me preparaste para cenar?
Traducción: Después de no haber hecho nada durante todo el día espero que me hayas preparado una buena cena.
- ¡Deja de decir pavadas!
Traducción: Si llegué tarde porque estuve con otra, es cosa mía, ahora estoy aquí y quien paga las cuentas soy yo.
- Si no quieres, no lo hacemos; ya sabes lo que pienso, pero la decisión es tuya.
Traducción: No quieres tocar el dinero que tu padre dejó en caja de ahorro. ¿Para qué mierda la necesita en el geriátrico?
- No me rompas las bolas. Ahora no, lo dejamos para mañana.
Traducción. Acabo de llegar del trabajo, estoy cansado y tu quieres hablar y hacer el amor, es demasiado…

Aquella noche ella le había preparado una comida irresistible. Con lo que le gustaba comer a su marido gordito, pensó, con estos ravioles a la salsa de queso y espinaca, mi gordito podría eyacular sin protocolos. Tomates frescos, morrones, albahaca, mucho ajo picado, tres Valium 10, aceite de oliva, especias, camarones al vino blanco, cinco Valium 10.
El aroma lo había enloquecido, y él le prometió el mundo en la cama.
Una entrada especial: Cóctel de langostinos con palmitos, salsa golf y seis Valium 10.
El marido quiere hacer el amor de inmediato, le dice que la desea, aunque no quiere desperdiciar el maravilloso trabajo de su mujer, por lo que le propone comer primero. Ella no come, lo mira como si le diera placer verlo comer tan feliz, y le sirve un vino chileno Siete Valium 10. Frutillas con pimienta ocho Valium 10.
De repente él cae dormido sobre la mesa, entonces ella piensa que él nunca cumple lo que promete, porque ahora que se comió todo duerme como un chancho, o como un ángel, o como un ángel chancho, continúa mirándolo, ahora quizás, con cara de perrito que se quedó sin dueño.

Isabel Ester Lew

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