La muda baja sobre un rayo que se parte en el centro de Buenos Aires
Es la propia soledad lo que le ha quedado
de un presente que no conoce
de un pasado que le han robado.
Va buscando triste su sonrisa
va buscando sus manos en las manos
va arrastrándose entre paredes y vitrinas
como temiéndole a su sombra.
Corre hasta alcanzar el 24
siente que en su cuerpo se secan escamas
como un pez fuera del agua
salta a sobrevivir en su parque Lessama
y se pierde en una vorágine de soledades.
No oyen su voz ni tan solo los árboles
y aunque se muere de ganas el grito no le sale.
De pronto del cielo cae la magia Barba y cabello largo
como su esperanza,
grandes los ojos, verde la mirada.
Junto al mirador la toma en sus brazos
y la arroja con calma barranca abajo
él cae con ella en un dulce abrazo
le mata la muerte hasta la vida.
Rodando por el pasto húmedo,
congela su sangre en el tiempo del dolor
él la estrangula de ternura le calienta el alma,
la nace de nuevo.
Con el propio cielo le cubre la garganta
y le dibuja una luna llena en el corazón.
La muda naufraga bajo sus axilas
fragancias de vida le emergen hasta sonreír
la piel se le abre como pergamino que puede leer.
Entonces interna la cabeza en la selva de su pecho
hasta dormirse en paz.
Sensual como el amante la noche se desviste hasta amanecer.
Entonces él se saca la mano, se la entrega y le dice adiós.
Se aleja y se queda, se aleja y nunca más se va.
Ella abre la boca en dirección a la vida
abre la boca hasta gritar.
Isabel Estercita Lew
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